jueves, 6 de agosto de 2015

La exaltación de la función memorística del cerebro debe morir




Un comentario a una entrada reciente sobre las habilidades que una persona debe tener para representar adecuadamente a su país en el escenario internacional actual, en el que citaban como mérito de esa persona el haber sido capaz de aprobar las oposiciones al cuerpo de registradores de la propiedad a los veintitrés años, me genera una reflexión acerca de lo que supone, en el escenario actual, exaltar la capacidad del cerebro de una persona para memorizar ingentes cantidades de información.
Durante muchísimas generaciones, la inteligencia era algo que se relacionaba de manera muy intensa con la función memorística. Los procesos de aprendizaje tenían como objetivo la memorización intensiva: el colegio, la carrera o la oposición consistían fundamentalmente en ser capaces de llevar a una persona a retener en su cerebro una serie de datos, que posteriormente debían escribir o recitar en un examen. Una oposición, como revela el comentario que inspira esta entrada, llevaba aparejado un componente de prestigio social, derivado de la capacidad del opositor para pasarse años memorizando textos. La inteligencia tenía un elevado componente enciclopédico, un “hay que ver lo que sabe Fulanito”, “la de cosas que ha sido capaz de memorizar”.
Obviamente, este modelo de inteligencia tenía sus limitaciones: ni el opositor más avezado era capaz de recordar la inmensa mayoría de los artículos pasado un cierto tiempo sin utilizarlos, de manera que la adquisición de la plaza se relacionaba no tanto con las habilidades del opositor para desempeñarla como por su capacidad para memorizar y plasmar en un papel en blanco o repetir como un loro ante un tribunal los artículos correspondientes. Tratar de entenderlos, de razonarlos o de relacionarlos entre sí era secundario: lo importante era el proceso de memorización.
En una ocasión, el Colegio de Registradores pidió a IE Business School un curso para las personas que habían aprobado ese año la oposición, curso en el que participé como profesor. El curso debía centrarse en la gestión empresarial, porque se quería ver al registrador como administrador de un negocio que debía, por tanto, poseer unas habilidades específicas para ello. En una de mis primeras clases, sorprendido por la escasísima participación, pregunté directamente a uno de los alumnos si se había preparado para la discusión del caso. Su respuesta fue “impecable”, y suscitó la amplia aprobación del resto de sus compañeros: “no, señor… yo ya he estudiado todo lo que tenía que estudiar en esta vida”.
Parece una exageración, pero esa es la mentalidad: estudia, memoriza, suéltalo en un examen… y ya está. Ya eres “oficialmente inteligente”. Si fuiste tan disciplinado como para ser capaz de sacar tu oposición a los veinticuatro años, tu inteligencia podía alcanzar el rango de mítica. Miles de personas están en sus puestos de trabajo porque fueron capaces de pasar por ese trámite: memorizar y repetir como loros.
¿Realmente, en plena era internet, debemos seguir incentivando, premiando y considerando ejemplar el desarrollo de esa habilidad? En el mundo actual, las habilidades que denotan inteligencia tienen mucho más que ver con la capacidad de relacionar conceptos, de entender lo que se dice, o de saber encontrar rápidamente la información necesaria en cada momento. El talento enciclopédico puede ser interesante, pero se desarrolla fundamentalmente mediante el manejo reiterativo de la información, no tanto por su memorización como tal.
La habilidad de memorizar conocimientos era esencial en un mundo en el que el acceso a la información era escaso. Si no se memorizaba, había que acceder a un libro, que podía estar en una biblioteca lejana, para poder utilizar esa información. En el mundo actual, toda la información está a uno o dos clics de ratón. ¿Debemos seguir incentivando una habilidad cuyo desarrollo ya raya prácticamente lo circense, pero que no supone una ventaja de cara al desempeño de prácticamente ningún trabajo? Si no me equivoco, la capacidad de seguir rastros de animales y cazarlos ya no representa una habilidad que la sociedad invierta demasiado en desarrollar, ni una fuente de prestigio social importante – o al menos, no tanto como lo fue en la sociedad paleolítica. Saber cultivar la tierra fue importantísimo en el Neolítico, pero no tanto hoy en día, o al menos, no al mismo nivel.
¿No deberíamos empezar a transicionar desde esos arraigadísimos modelos basados en la memorística, hacia modelos de inteligencia más transaccional, más lógica, más de desarrollo del sentido común? En los procesos educativos, esa transición se está produciendo, aunque con desesperante lentitud, con la excepción de las escuelas de negocio, en las que mayoritariamente constituye norma de fe (para pasmo de otros entornos tradicionales, que intentan infructuosamente “que les pasen los apuntes”… apuntes que, por supuesto, son inexistentes).
¿Dónde está la ventaja, en el mundo actual, de tener un cerebro enciclopédico y una capacidad de retención memorística extraordinaria? Más allá del ampliamente establecido cliché social, ¿realmente aporta tanto el que una persona haya sido capaz de memorizar un montón de datos para posteriormente repetirlos como un loro ante un tribunal? ¿No deberíamos empezar a pensar en cambiar de etapa, y considerar la exaltación de esa función memorística por principio como una característica propia del pasado, de una sociedad pre-internet?

Enrique Dans 19/07/2015 


Y nada más que añadir al texto impecable de Enrique Dans, suscribo todo lo dicho. Un artículo de 10, que creo esencial en la época actual.

2 comentarios:

Ayelén

Aplausos, totalmente de acuerdo con esta opinión. Creo que a pesar de todos los avances de los que la humanindad se jacta de haber alcanzado seguimos viviendo con una educación que solo mantiene la opresión. Yo creo que la educación es lo que está mal, que se deben incentivar otros aspectos del cerebro, como la comprensión, la reflexión, a lo que tan poca gente llega hoy en día y no la memorización que ¿qué beneficio tiene? No creo que se deba perder totalmente, porque es parte del conocimiento, del saber, pero se debería detener esa generalización de considerar a una persona inteligente solo por tener la capacidad de memorizar, cuando muchas veces ni siquiera lo retiene para toda su vida.
Saludos!

Duna

Muchas gracias por tu comentario!! Un artículo que me pareció muy acertado y muy cierto. Un besote :)