La cadena de supermercados alemanes Edeka ha creado un anuncio navideño;
en él podemos ver a un ancianito que llega a su casa cargado de bolsas
de la compra acompañado de su perro, mientras escucha mensajes y
felicitaciones de sus hijos que le anuncian que no podrán ir a celebrar
las fiestas con él porque están lejos, porque tienen que trabajar, etc. Día tras día, se ve cómo cena solo, mientras la tristeza y soledad se reflejan en su rostro. De
repente, llegan esquelas y mensajes a los hijos, de que su padre ha
muerto. Entre lágrimas y de luto, todos vuelven al hogar familiar, pero se encuentran una sorpresa...
Justino es guardia de seguridad en una fábrica de maniquíes. Al trabajar
en el turno de noche nunca coincide con sus colegas de trabajo, pero
irónicamente pasa sus noches rodeado de figuras humanas. Su soledad y
sus ganas de compartir le llevan primero a interactuar con los propios
maniquíes, y más tarde a comunicarse a través de ellos con sus
compañeros del turno de mañana. En su afán por hacer cosas por los
demás, Justino se llegará a olvidar de sí mismo pero el destino querrá
que sus compañeros no se olviden de él. (Extraído de Loterías y apuestas del Estado)
Un anuncio diferente a lo que estamos acostumbrados a ver para el Sorteo de Navidad. ¿Qué os parece?
Vaya por Dios. Compruebo que hay algunos idiotas -a ellos
iba dedicado aquel artículo- a los que no gustó que dijera, hace cuatro
semanas, que lo del Islam radical es la tercera guerra mundial: una
guerra que a los europeos no nos resulta ajena, aunque parezca que pilla
lejos, y que estamos perdiendo precisamente por idiotas; por los
complejos que impiden considerar el problema y oponerle cuanto legítima y
democráticamente sirve para oponerse en esta clase de cosas.
La
principal idiotez es creer que hablaba de una guerra de cristianos
contra musulmanes. Porque se trata también de proteger al Islam normal,
moderado, pacífico. De ayudar a quienes están lejos del fanatismo
sincero de un yihadista majara o del fanatismo fingido de un
oportunista. Porque, como todas las religiones extremas trajinadas por
curas, sacerdotes, hechiceros, imanes o lo que se tercie, el Islam se
nutre del chantaje social. De un complicado sistema de vigilancia,
miedo, delaciones y acoso a cuantos se aparten de la ortodoxia. En ese
sentido, no hay diferencia entre el obispo español que hace setenta años
proponía meter en la cárcel a las mujeres y hombres que bailasen
agarrados, y el imán radical que, desde su mezquita, exige las penas
sociales o físicas correspondientes para quien transgreda la ley
musulmana. Para quien no viva como un creyente.
Por eso es
importante no transigir en ciertos detalles, que tienen apariencia banal
pero que son importantes. La forma en que el Islam radical impone su
ley es la coacción: qué dirán de uno en la calle, el barrio, la mezquita
donde el cura señala y ordena mano dura para la mujer, recato en las
hijas, desprecio hacia el homosexual, etcétera. Detalles menores unos,
más graves otros, que constituyen el conjunto de comportamientos por los
que un ciudadano será aprobado por la comunidad que ese cura controla.
En busca de beneplácito social, la mayor parte de los ciudadanos
transigen, se pliegan, aceptan someterse a actitudes y ritos en los que
no creen, pero que permiten sobrevivir en un entorno que de otro modo
sería hostil. Y así, en torno a las mezquitas proliferan las barbas, los
velos, las hipócritas pasas -ese morado en la frente, de golpear fuerte
el suelo al rezar-, como en la España de la Inquisición proliferaban
las costumbres pías, el rezo del rosario en público, la delación del
hereje y las comuniones semanales o diarias.
El más siniestro
símbolo de ese Islam opresor es el velo de la mujer, el hiyab, por no
hablar ya del niqab que cubre el rostro, o el burka que cubre el cuerpo.
Por lo que significa de desprecio y coacción social: si una mujer no
acepta los códigos, ella y toda su familia quedan marcados por el
oprobio. No son buenos musulmanes. Y ese contagio perverso y oportunista
-fanatismos sinceros aparte, que siempre los hay- extiende como una
mancha de aceite el uso del velo y de lo que haga falta, con el
resultado de que, en Europa, barrios enteros de población musulmana
donde eran normales la cara maquillada y los vaqueros se ven ahora
llenos de hiyabs, niqabs y hasta burkas; mientras el Estado, en vez de
arbitrar medidas inteligentes para proteger a esa población musulmana
del fanatismo y la coacción, lo que hace es ser cómplice, condenándola a
la sumisión sin alternativa. Tolerando usos que denigran la condición
femenina y ofenden la razón, como el disparate de que una mujer pueda
entrar con el rostro oculto en hospitales, escuelas y edificios
oficiales -en Francia, Holanda e Italia ya está prohibido-, que un
hospital acceda a que sea una mujer doctor y no un hombre quien atienda a
una musulmana, o que un imán radical aconseje maltratos a las mujeres o
predique la yihad sin que en el acto sea puesto en un avión y devuelto a
su país de origen. Por lo menos.
Y así van las cosas. Demasiada
transigencia social, demasiados paños calientes, demasiados complejos,
demasiado miedo a que te llamen xenófobo. Con lo fácil que sería decir
desde el principio: sea bien venido porque lo necesitamos a usted y a su
familia, con su trabajo y su fuerza demográfica. Todos somos futuro
juntos. Pero escuche: aquí pasamos siglos luchando por la dignidad del
ser humano, pagándolo muy caro. Y eso significa que usted juega según
nuestras reglas, vive de modo compatible con nuestros usos, o se atiene a
las consecuencias. Y las consecuencias son la ley en todo su rigor o la
sala de embarque del aeropuerto. En ese sentido, no estaría de más
recordar lo que aquel gobernador británico en la India dijo a quienes
querían seguir quemando viudas en la pira del marido difunto: «Háganlo,
puesto que son sus costumbres. Yo levantaré un patíbulo junto a cada
pira, y en él ahorcaré a quienes quemen a esas mujeres. Así ustedes
conservarán sus costumbres y nosotros las nuestras».
28 de septiembre de 2014. Arturo Pérez Reverte
PD: Escrito hace un año y que puede servir en días como hoy, cuando todo el mundo llora por el terrible atentado anoche en París... ... yo no tengo palabras
1. Mi nuevo poncho gris que compré ayer (también piqué 3 cosas de Rituals) 2. Café hecho con mimo 3. Me encanta esta pizza de espinacas 4. Burguers y patatas, The Good burguer 5. Trufas Lacasa 6. Probando la caja Degustabox 7. Enroscado durmiendo 8. Mi nueva taza kawaii de gatito 9. Vemos en el cine "El último cazador de brujas"; a mí Vin Diesel me tiene enamorada :)
Una canción que escuché en la serie que estoy viendo. El primer vídeo, la canción original. El segundo, escena de la serie.
I changed the lock on my front door so you can't see me anymore
And you can't come inside my house, and you can't lie down on my couch
I changed the lock on my front door
I changed the number on my phone so you can't call me up at home
And you can't say those things to me that make me fall down on my knees
I changed the number on my phone
I changed the kind of car I drive so you can't see me when I go by
And you can't chase me up the street, and you can't knock me off of my feet
I changed the kind of car I drive
I changed the kind of clothes I wear so you can't see me anywhere
And you can't spot me in a crowd, and you can't call my name out loud
I changed the kind of clothes I wear
I changed the tracks underneath the train so you can't find me again
And you can't trace my path, and you can't hear my laugh
I changed the tracks underneath the train
I changed the name of this town so you can't follow me down
And you can't touch me like before, and you can't make me want you more
I changed the name of this town
I changed the lock on my front door, I changed the number on my phone
I changed the kind of car I drive, I changed the kind of clothes I wear
I changed the tracks underneath the train, I changed the name of this town
I changed the name of this town
I changed the name of this town
- Poner una reclamación en Primor y que lo solucionen súper rápido, el viernes me trajo el mensajero el nuevo producto y se llevó el defectuoso. - Probar los productos de la Degustabox octubre. - Ver los capítulos de la temporada 2 de The Affair. - Comprar 2 bolsas de caramelos en una tienda de toda la vida. - Comprar galletas de jengibre y un calientamanos para el invierno. - Té de coco y chocolate, descubrimiento de hace poco en Tea Shop.Prepararlo en casa con un poquito de leche. - Estrenar la taza de gatito que compré la semana pasada. - Quiero más frío para estrenar el poncho-jersey verde militar. - Paseo por el centro el sábado 31 con parada en Fnac, El corte inglés, Puerta Cinegia, Tiger, Vips... viendo a nuestro paso gente disfrazada de Halloween. Cena en Udon. Café en El criollo. - Mirar gafas de sol - Dudar entre qué agenda 2016 compraré este año (Uo vs Mr Wonderful) - Volver a comer hojaldre relleno de morcilla entre otras cosas ricas. - Estrenar un jersey nuevo de patitas (lovely 100%) - Chocolate con churros con amigos el domingo 1 y compra de reno y deportivas. - Entrar a Natura y enamorarte de unas zapatillas de oveja calentitas. - Película en casa, Las brujas de Zugarramurdi, Domingo 1/11 22h. - Estudio de la Ley 30/92 :S - Lectura de La luz de Candela - Deseando estrenar las sábanas aztecas de franela que compré hace poco (esperaré a que venga más frío) - Ojear decoración en el catálogo de H&M Home. - Pensar en ir al cine a ver la de Vin Diesel, El último cazador de brujas. - Enamorarme de muchas cosas de Mr Wonderful mirando su web, especialmente de las tazas Keep cup.
ALGUNAS DE LAS FOTOS DE MI BLOG ESTÁN SACADAS DE DIVERSOS LUGARES DE INTERNET. SI ALGUIEN SE SIENTE OFENDIDO O MOLESTO NO DUDE EN DECIRMELO Y LAS RETIRO.